Notas de viaje – Eslovenia – Por las telenovelas

Cuando llegas a Eslovenia el idioma en principio parece hostil. No mejora esta sensación cuando te cuentan que en un país tan pequeño existen más de treinta dialectos. Además, nada más ver escrito el nombre de la lengua: “slovenščina”, percibes una dificultad añadida con la ausencia de vocales y la presencia de símbolos raros como esos “cuernecillos” que tienen algunas letras, y que anticipan una pronunciación extraña. Cuando recorres el país, con tanta montaña separando valles, ríos, pueblos, y con naciones con culturas tan diferentes a su alrededor, entiendes un poco del porqué de tantos dialectos, y de la dificultad de incluso entenderse entre ellos. Aun así, me encantaba escuchar ese acento eslavo en sus conversaciones, aunque no me enterase de nada.

Una noche, con el grupo de españoles con el que viajaba, subimos a tomar unas copas en un alto edificio de la capital, Liubliana, desde donde se disfrutaba de una bonita vista de la ciudad con su castillo, su río y los puentes que lo cruzan. Se unió a la reunión la amiga de uno de los componentes del grupo. Era de allí, de Eslovenia, pero sabía español. Enseguida le preguntaron cómo es que había estudiado nuestro idioma. En principio tenía su lógica, puesto que había disfrutado de una beca Erasmus en Andalucía, pero me llamó la atención el que confesase la forma que comenzó a interesarse en nuestro idioma: “Cuando era pequeña veía telenovelas”. Conozco a gente que comenzó a aprender una lengua porque les gustaban canciones, películas, la cultura, pero nunca había escuchado que alguien se animase a ello viendo telenovelas. Por la edad calculé que debía de referirse a principios de los años dos mil, con una etapa en la que triunfaron las de origen sudamericano, como: “Pasión de Gavilanes”, “Rubí” o “Betty, la fea”.

Al día siguiente dejamos la capital e hicimos un viaje a través de las montañas, hasta alcanzar el mar. Visitamos los únicos cuarenta y cinco kilómetros de costa marítima que tiene el país. A pesar de ello encontramos varios pueblos, todos ellos muy bonitos y pintorescos, con bares donde se podía comer un buen pescado. Nos detuvimos en uno de ellos para almorzar y nos atendió un chico joven. En todas partes pedíamos la comida en inglés, puesto que especialmente los más jóvenes lo entendían bien, pero en este caso, al escucharnos hablar en español, el chico nos sorprendió hablándonos en nuestro idioma. Desde entonces, las idas y venidas desde la cocina a la mesa eran acompañadas siempre de bromas. Al finalizar el almuerzo llegó la pregunta inevitable: ¿Cómo es que sabes español?… Y la respuesta nos resultó familiar: “Cuando era pequeño veía telenovelas…”.

Y esto me resultó algo curioso. En menos de veinticuatro horas había conocido a dos personas en aquel pequeño país, de tan extraño idioma, que sabían hablar el mío porque habían visto por televisión unas telenovelas. Esto me llevó a reflexionar, a recordar la de años que llevo tratando aprender inglés, con un avance tan lento. ¿Tan eficaz es ver desde pequeño las series o las películas en su versión original?

Por la tarde volvimos desde la costa a la capital, Liubliana, donde teníamos nuestro alojamiento. Llegamos ya de noche, y tan cansados que no nos apetecía ir a ningún sitio a cenar. Nos sumamos a la cola de un establecimiento de comida rápida que había junto al hotel, con la intención de cenar en un parquecito que había cerca e irnos a descansar. Yo me alejé de la cola un momento, no recuerdo porqué, y al volver a incorporarme lo hice por delante de un chico que había llegado antes, pero que mantenía más distancia de lo habitual. Me excusé porque pareció que me estaba queriendo colar, y como estaba tan cansado, me equivoqué y me salió hacerlo en castellano. Pero esto le agradó, pareció alejarlo de cualquier enfado por lo del orden en la cola, porque supuso una oportunidad para practicar su español.  Iniciado desde pequeño, cuando veía telenovelas en la casa de sus padres, por supuesto.