Después de Nebadogou hicimos una parada en el poblado de Danderesso. Nos habían dicho que se había averiado un pozo. Junto a este había mujeres y niños aguardando su turno. El pozo era un rectángulo de hormigón elevado, dentro de un solar, con un tubo curvado metálico en medio, por donde salía el agua. Aunque debido a la avería, el caudal que salía por la boca era muy pequeño. Mientras que con un funcionamiento correcto se llenaba un recipiente en un minuto, ahora se tardaba diez veces más, por lo que había una fila de gente en espera. Las piezas deterioradas se habían pedido a la capital. Confiaban en que llegasen durante los próximos días.
Lo curioso de esta avería es que el agua salía sin accionar la palanca de la bomba manual, pero con un caudal muy débil, que nunca se detenía. Nunca paraba de salir agua. Esto suponía que, como la avería llevaba varios días, mucha agua había salido sin que hubiese nadie allí para recogerla, por ejemplo en las horas de noche. Hablábamos entre nosotros de lo que debía de suponer para ellos ver como se desperdiciaba. El agua había formado un pequeño cauce, e incluso una charca cercana al pozo. Nos acercamos a ella. Alguno de nosotros bromeaba. Con el calor apetecía darse un baño. Un hombre del pueblo nos dijo que era totalmente posible, tenía más de un metro de profundidad, la habían excavado en cuanto se estropeó el pozo. Nos preguntamos con qué objeto. Aquello resultaba un lugar insalubre para bañarse, aunque como estanque era magnífico, incluso habían crecido algunas plantas acuáticas, hojas que flotaban, y una bella flor blanca, que sobresalía de la vegetación. El agua estaba turbia. De pronto, durante un segundo, un lomo plateado se dejó ver en la superficie y luego desapareció. ‹‹¡Mira! ¿Has visto eso?›› Luego se vio otro, a unos metros. Se percibía un revuelo de sombras en el fondo. ‹‹¡Fijaos! ¡Que grandes!›› El hombre del pueblo se divertía con nuestra sorpresa. Decía que mientras durase el arreglo del pozo, se harían más grandes y sabrosos aún.