Si algún día tuviese que convertirme
en piedra,
me gustaría hacerlo
en uno de esos puentecitos
sobre el río Darro
que hay a los pies de la Alhambra.
En ese a cuyo lado crece una higuera
y los gatos juegan junto a la rivera
y bajo él, a pesar de la corriente,
el agua se arremolina, se detiene,
y se resiste a seguir su cauce,
como si supiese que en su correr,
no volverá a contemplar
nada más bello.