Me haces sonreír
aunque no estés,
ni falta que hace
recordar algo
de nuestras andanzas,
incluso ni que piense
en nada de ti,
no es necesario.
Convivo con esa sonrisa tonta,
esa que disfrutan los agraciados,
los que se sienten afortunados,
esa sonrisa que nace
en ninguna parte,
quizás solo de la intuición
de la esperanza
de saber que viajas cerca
y de que en algún lugar
de la travesía
en algún refugio
en alguna tormenta
en alguna parada en el camino
volverá a alimentarse
de ti.